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Editorial - 1137

 


El que mal comienza, mal acaba.

 

Se trata de un refrán universal basado en la experiencia real de la vida.

Todo tiene un principio que es el origen de lo que sigue a continuación. Una semilla es el principio de un árbol, los cimientos son la base sobre la que se puede construir un edificio, una buena idea es el principio de una buena acción y una idea errónea es el principio de un fracaso.
Todo pensamiento, todo sentimiento y toda acción desencadenan las consecuencias correspondientes.

 

"El que mal comienza" se refiere a quienes actúan mal por ignorancia, por temor, por egoísmo, por envidia, por pereza o por cualquier otra causa. Como es lógico, cada acción genera una dinámica que da origen a otras acciones de la misma índole, que desencadenan un proceso que termina mal.

 

Los seres humanos comenzamos mal muchas cosas, por las razones señaladas anteriormente: por ignorancia, temor, egoísmo, envidia o pereza, pero rectificamos cuando nos damos cuenta del error; sin embargo, tenemos muchos comportamientos negativos automatizados que realizamos de forma inconsciente y solo nos damos cuenta de nuestros errores cuando fracasamos. Como es lógico, nadie quiere fracasar, por esta razón tratamos de enmendar las cosas; sin embargo, a pesar de los buenos deseos, casi siempre repetimos los mismos errores. Esto se debe a que los comportamientos humanos no son hechos aislados, obedecen a patrones establecidos que rigen la dinámica profunda de nuestra mente. Esta dinámica y estos patrones de comportamiento, los crea cada persona a partir de la educación recibida y de las decisiones personales.

 

Las ideas, los sentimientos, los valores y los hábitos adquiridos son elementos fundamentales de la estructura de la personalidad, la cual determina el comportamiento humano.

De aquí la importancia de una buena educación a nivel cognitivo, afectivo, social, moral y espiritual que nos ayude a tener una visión correcta de la vida y de aquí la importancia de actuar con lógica y honestidad.

 

También es importante tomar conciencia de que cada persona se hace a si misma y es artífice de su destino a través de lo que piensa, de lo que siente y de lo que hace; por lo cual, es responsabilidad de cada persona cuidar sus ideas, sus emociones y sus comportamientos, porque nos modelan de forma lenta pero profunda.

 

Existen acciones de poca trascendencia que se pueden subsanar en cualquier momento, pero hay aspectos que generan consecuencias graves, para el resto de la vida. Por ejemplo:
Cuando se hipoteca la vida a nivel intelectual o profesional por falta de estudio.
Cuando se crean adicciones al juego, a la droga, al sexo, etc.

La falta de madurez, de disciplina, de responsabilidad, de honestidad.

La falta de independencia. Cuando perdemos la autonomía, en cualquier aspecto, nos convertimos en esclavos de otras voluntades que nos impiden crecer y triunfar.

La falta de criterios claros, de principios y de valores sólidos nos hace débiles y vulnerables en la competencia de la vida.

 

Hoy, como siempre, la sociedad vive a la deriva y no debemos hacernos ilusiones de que esta situación cambiará significativamente; sin embargo, las personas, de forma individual, pueden tomar conciencia y controlar mejor su vida. De aquí la importancia de vivir de forma consciente, de pensar, de prever y de planificar las cosas, porque, una vez iniciado un proceso tienden a desencadenarse una serie de consecuencias que pueden escapar a nuestro control.

 

Nadie triunfa o fracasa en un momento. Tanto el éxito como el fracaso son el resultado de procesos largos.

 

Recuerda que, todo lo que pensamos, hablamos, sentimos y hacemos, posee una vibración y una energía que activa la mente y nos impulsa en determinada dirección. Se trata de una realidad psíquica profunda que determina el rumbo de nuestra vida, de modo que, si nuestras ideas, lenguaje y sentimientos son positivos, nos irá bien, en caso contrario, nos convertimos en enemigos de nosotros mismos y de la sociedad.

Si las personas tuvieran conciencia de esta realidad, cuidarían más sus pensamientos, sus palabras, sus emociones y sus comportamientos.

 

Cuida tus ideas, tus palabras y tus sentimientos, porque te modelan de forma lenta pero profunda, y, no dejes que en tu vida germinen las semillas del mal, porque luego echan raíces e invaden tu mente y tu vida. Corta por lo sano antes de que el mal comience a tomar cuerpo.

 

"El que mal comienza, mal acaba"

 

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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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